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Turning up the light to see the darkness
Julia Creuheras
Curated by Aurélien Le Genissel
L’exposició de Julia Creuheras ens submergeix en un univers poètic i estrany, proper a la ciència-ficció i influït per la mecànica quàntica. Inspirant-se en la idea d’un espai atemporal i flotant, Creuheras crea una mena de limb o espai intersticial on les dicotomies modernes –com visible/invisible, màgic/real, objecte/ésser– es dilueixen.
Les seves obres, sovint escultures cinètiques i instal·lacions, funcionen com camp de forces: els objectes no són només formes materials sinó presències que interactuen i qüestionen la nostra percepció. El seu treball posa en escena l’ontologia inestable de les coses, l’ambigüitat entre vida i no-vida, com en les mariposes que semblen joguina, maqueta o animal dissecat, o en màquines que funcionen soles, com atrapades en un bucle.
L’artista es mou entre el concepte i la sensació, entre la ciència i l’experiència íntima. Ens convida a habitar la incertesa i a acceptar que allò que no entenem pot ser font de coneixement. Com deia Karen Barad, referent clau en la mostra, "mesurar el no-res és com encendre la llum per veure la foscor": un gest impossible, però revelador.
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Los dos protagonistas están sentados en uncafé de carretera de los años cuarenta, selevantan, y ‘cuando corren las cortinas, más allá de la ventana solo hay un gran vacío negro estrellado. El café, parece, es algún tipo de cápsula que flota en el espacio profundo’. Así empieza Mark Fisher su ya clásico artículo ‘La lenta cancelación del futuro’ explicando el último plano de la serie británica Sapphire and Steel. Algo de esa mezcla de ciencia-ficción, poesía y extrañeza encuentro en los universosde Julia Creuheras. Esa estancia perdida en un espacio-tiempo paralelo u oculto, anacrónico y desfamiliar en el que lo conocido parece desdibujarse, las certezas tambalearse en un juego de equilibrios precarios, ausencias ruidosas e imágenes inaccesibles. Más que como referencia visible, la ciencia —y más particularmente la mecánica cuántica— le sirve así a la artista como marco hermenéutico, nuevo paradigma sensorial más cercano a lo incierto, lo movedizo y lo inestable, heredadode lo híbrido e intraconectado. La puesta enescena podría recordar a un campo de fuerzas, es decir, un espacio en el que los objetos- partícula intra-actúan entre sí desde la distancia, de manera no-linear.De esta manera, Creuheras nos invita a unasuerte de limbo, de espacio intermedio, en elque desdibuja las dicotomías modernas entre lo mágico y lo real, lo visible y lo invisible, loanimado y lo inerte, lo estable y lo escurridizo, la luz y la partícula. Poniendo un pie en cada lado de las líneas diferenciales. Artilugiar sobre ello es su forma de abarcar las tan necesarias imaginaciones sobre cómo coexistir.Un cambio de referentes y de escala que yapercibimos al entrar en la muestra, donde nos acoge una presencia humana —la única— desproporcionada y mirando hacia atrás en un giro enigmático. Mientras tanto, una música sale en bucle de una máquina que parece funcionar sola. ‘Esta es la trampa. Esto no es ningún lugar, y es para siempre", decían ya los personajes de Sapphire and Steel antes de abrir la cortina. Las premisas de los no-lugares, de esos espaciosliminales que acogen a ciertas esculturas deCreuheras: en la disposición de los 21 tacones y unas camisas que performativizan esos personajes, las huellas marcadas de ausencia de los cojines o unas imágenes cuya naturaleza propia parece ser justamente el no poder ser vistas o miradas, a pesar de estar hechas de luz, como si de una suerte de biografía imposible o de una experiencia inaccesible se tratase.Si estamos hablando de tornar borrosas lasfronteras, de escapar de ‘los vértigosclasificatorios’ y categorizantes ¿qué mejor que imaginar una ontología inestable de los objetos, un purgatorio blando en el que sea más sencillo ‘dejar flotar el sentido’, (bella expresión de Nastassja Martin)? Hacer de la incertidumbre, lo indecidable, lo insoluble, lo dudoso, lo inestable —todas esas palabras que vienen de la física cuántica— un regalo. La duda puede ser un lugar desde el que conocer. Quizás en el mismo exacto sentido en que Derrida hablaba del imperativo ético como el hecho de aguantar hasta el final la aporía. No es casualidad que el título de esta exposición provenga de una frase antinómica de Karen Barad (referente de la artista) en la que explica lo imposible que -teóricamente- resulta medir la nada, que sería como encender la luz para ver la oscuridad, algo paradójicamente imposible. Este coexistir de diferentes encontramos también en los ‘aparatos’ que presenta Creuheras, a medio camino entre el robot y la contradicción física (vivo/muerto) del gato de Schrödinger. Una suerte de Pinocho de Agamben en ‘su carácter indeterminable’, esa ‘indefinición constitutiva de la naturaleza del títere’, que lo deja entre medio del niño y del muñeco. Eso mismo le pasa a las mariposas (¿avión, juguete, maqueta?) que Creuheras enmarca en una caja transparente, como si de un experimento o una mascota se tratara.
Y es que la naturaleza híbrida, bastarda de estas esculturas cinéticas ahondan en el carácter dual, casi frankesteniano, de las máquinas, y cuestionan la empatía, el límite que marcamos entre nosotros y la otredad. Lo mismo ocurre con las veladuras, el vaivén extraño de los objetos o el engaño de ciertos materiales translucidos que nos impiden acceder a una visión completa (si eso existe...) de las fotografías que presenta la artista. La visibilización no es juego de azar.